martes, 2 de marzo de 2010

Promesa

Bailaba en la tarima de uno de mis bares favoritos, de espaldas al resto, con mi mejor amiga Estrella.
Sonaba una de Bon Jovi.
De repente, una mano se posó en mi omoplato. Me volví y vi a un chico añiñado con pantalones pitillo verdes manzana. Pensé que estaba intentando ligar conmigo pero le miré por segunda vez... Hubiera apostado media vida a que era gay; además, tenía una expresión de extrañeza.
- Perdona... te voy a hacer una pregunta un poco rara....
- A ver, dime - repuse indecisa.
- ¿Escribes un blog?
- Sí, varios... ¿por?
- Es que he visto tu tatuaje y me he acordado de una foto que tenía en un icono un blog que yo leo....
En ese momento, me acordé de mi hermano voceándome cuando vio mi foto sobre salvaguardar mi identidad y del vestido demasiado escotado que lucía esa noche. Pero sería demasiada casualidad....
- Como no me des más datos...
- ¿Eres Mía?
Me bajé de la tarima y me puse a su lado. Estrella dejó de bailar y nos miró, curiosa. Dudé si decirle la verdad pero me arriesgué.
- Sí, soy yo.
- ¡No puedo creerlo!
Estuvimos hablando toda la noche. Efectivamente, era gay y, algo que nunca imaginé, fan de este pequeño lugar. Así que le prometí esta entrada, volver a escribir, presentarle a Fran y otra noche de fiesta.
Y yo siempre cumplo mis promesas...

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Una explicación

Queridos cómplices:

Volver a ver a Mario me desestabilizó totalmente.
Lo que pasara o no en el hostal es lo de menor importancia pero sirvió para darme cuenta que los primeros amores nunca se olvidan.
- Vente conmigo, Mía.
¡No, otra vez no! Eso me dijo cuando se marchó la primera vez... Y yo elegí la vida regular, los pantalones de pitillo y las copas de los viernes por la noche. Me pidió que me fuera con él, que dejase todo... Yo le pedí lo contrario, que renunciase a sus sueños, que se quedara conmigo...
Él marchó a Holanda y yo me quedé naufragada en el país del sol y la paella, pensando dónde estaría, rogando por una carta suya que nunca llegó, recordándolo entre mis sábanas y olvidándolo entre lágrimas.
Y, otra vez, vuelta a lo mismo. Pero yo puedo estar un verano vendiendo pulseras no una vida entera y, además, ¿por qué debía renunciar yo a la vida que había hecho sin él con la única intención de echarlo de mi cabeza?
- No es justo que me digas ésto ahora.
- Lo sé... Pero me gustaría tanto...
- Quizás en otra vida.
- Te llamaré, te escribiré, lo prometo...
- Eso me dijiste la última vez - repuse dolorida.
- Yo también trataba de olvidarte.
Es triste la evidencia de que dos personas están hechas la una para la otra pero que nunca conseguirán estarlo.
Así que pasamos una tarde juntos que abrió todas las heridas que creí suturadas.
Y he seguido mirando el buzón día tras día por mucho que cualquiera me dijera que no lo hiciera.
Hasta que hoy... he recibido una carta sin remite... Sé que es de él pero no me atrevo a abrirla.
No quiero volver a caerme de nuevo...
No puedo...

Estos meses han sido horribles sin él... Todo unido a que Ángel me falló mucho más de lo que yo le pudiera fallar a él.
David me aguantó paciente mis lamentos... Hasta que un día dijo
- Miita... Estás empezando con depresión así que o vas a un psicólogo o te llevo arrastras.
Y en esas he estado: ansiedad, vómitos, horas sin dormir, llorar y más llorar, todos los problemas que no solucioné en algún momento de mi vida de repente afloraron.
He tardado tiempo en volver a encontrarme... En ser Mía de nuevo...
Así que he vuelto y espero no tener ya que irme.
Por eso, me da tanto miedo abrir esa carta.

jueves, 18 de junio de 2009

Reencuentro (parte III o como perdí mi virginidad)

Queridos cómplices:

Por cuestiones personales este blog ha sido abandonado durante los últimos meses así que haré un pequeño resumen de esta parte de Reencuentro.

"De viaje con unas amigas me encontré, viviendo de tocar música en la calle, con Mario, mi primer amor que conocí en Ortigueira y al que hacía que no veía dos años y medio. Nos fuimos a comer un helado y nos acabamos liando. Al final, estaba contando como lo había conocido y como le pedí que lo hiciesemos en la playa sin decirle que yo era virgen"

Ahora ¡sigo contando!

Quería todo y lo quería en ese momento. Pero no iba a decirle a Mario la verdad.
Así que pensé rapidamente en como conseguir que no se diese cuenta. Aprovechando el mareo y la fumada que tenía encima no me costaba mucho estar relajada así que me dejé llevar.
Mario me miraba entre desconcertado y divertido. Me levantó la falda larga y empezó a acariciarme los muslos mientras me besaba el cuello.
Aquella noche era mágica. Muchas chicas hemos soñado con hacer el amor en una playa mientras la lluvia cae suavemente en la cara y se ven algunas estrellas y la luz de la Luna lo cubre todo. Puedo decir que mi primera vez fue así pero también que ha sido una de las veces que más incómoda he tenido sexo (y mirad que soy dada a los lugares públicos).
Yo estaba recostada sobre las rocas con la falda subida hasta la cintura y llenándome de arena hasta el pelo... Pero Mario estaba entre mis piernas jugando con sus dedos dentro de mí y no hacía otra cosa que preguntarme como serían sus embestidas.
No estaba nerviosa y se me iba la cabeza ligeramente. Recuerdo todo como en un sueño. Yo empapada y él, manteniendome escondida de los fiesteros en la playa, empezando a penetrar con suavidad.
Pero llegó el momento en el que costaba que entrase (como era obvio que iba a suceder).
- Empuja - le pedí en susurros. Él no se daba cuenta de la situación y lo consideró un gesto de pasión reprimida así que lo hizo sin demasiada suavidad.
No me dolió mucho aunque sentí algo de escozor. Todo daba vueltas. Casi no podía creerlo. Estaba perdiendo la virginidad con un chico que acaba de conocer y en una playa llena de borrachos. Pero tenía los ojos demasiado bonitos y me miraba casi con adoración. Creo que en ese momento me enamoré de él. Me besaba y sabía a porro y a regaliz. No he vuelto a poder oler la Marihuana sin echarme a temblar desde aquello.
No conozco a muchas chicas que hayan tenido un orgasmo en su primera vez pero tuve esa suerte. Estaba en una nube. Luego, a la mañana siguiente me arrepentiría al ver los arañazos en la espalda y en el cuello por las rocas o al estornudar durante los tres días siguientes por el catarro que cogí pero en ese momento ni sentía nada más que mis terminaciones nerviosas. Sus rastas me hacían cosquillas en el escote, me acuerdo de ese detalle. Cuando se corrió él, me mordió el cuello y lucí esa bonita marca durante la semana siguiente.
Cuando acabamos, nos tumbamos juntos en la arena y a los veinte minutos tuve que ir a la tienda donde me esperaba mi hermano.
- Me quedo a dormir contigo - prometió Mario y así fue.
Fer se lo permitió pero creo que nada más verme supuso lo ocurrido porque me agarró del brazo y musitó:
- Madre mía. Anda... id a dormir.
A la mañana siguiente me desperté con ligeras agujetas en la entrepiernas, la espalda hecha un mapa y el chico más guapo del mundo a mi lado.
Creí que iba a morirme. Y así empezó una historia, la más bonita, que duró los seís mejores meses de mi vida...

Aterricé de los recuerdos. Mario seguía besándome y yo...
- Vamos a mi hostal.
- ¿Qué?
- Que esta tarde la pasas conmigo, cueste lo que cueste.

AVISO MUY IMPORTANTE

Queridos cómplices:

Me ha llegado un email de una chica que me preguntaba si Mia tiene un trastorno de la alimentación.
No sabía que hay redes de chicas bulímicas y anoréxicas por Internet que llaman Mia y Ana a sus enfermedades y se dan consejos para adelgazar más.
Estoy totalmente en contra de la anorexia y la bulimia y, es más, creo que hay que luchar contra ellas. Este blog no es ningún tipo de apología a estos problemas.
Y Mía no es bulímica. Su nombre es un apodo como cualquier otro. Viene de María abreviado.
Muchas gracias por leer esto pero me preocupaba mucho que alguien hubiera podido pensarlo.

lunes, 20 de abril de 2009

Reencuentro (parte II)

Queridos cómplices:

Mis recuerdos iban a la par de mis sentidos: totalmente locos, llenos de fuerza, ansiosos... Ya no pensaba en todo el daño que Mario me había podido hacer con su marcha sino en todo lo bueno, en toda la energía que había aportado a mi vida, sedienta de emociones (y de buenos polvos).
Conocí a Mario en el festival celta de Ortigueira (Galicia). Para quien no lo sepa, tiene lugar en julio y dura cuatro días. Se acampa al lado de la playa y todo está plagado de hippies, muchas drogas y puestos (http://www.festivaldeortigueira.com/).
Ese año, llovió como nunca. Yo había ido con los amigos de mi hermano Fer y la novia de uno de ellos. Estábamos repartidos en dos tiendas. Por ese entonces, aún era la hermana del Fer y, por lo tanto, intocable.
Acampados a nuestro lado, estaba un grupillo de chicos que, casualmente, resultaron ser de la ciudad dónde yo, al año siguiente, iba a ir a estudiar y dónde ya estaba mi hermano y alguno de sus amigos. Hablábamos y habían hecho muy buenas migas con el grupillo con el que yo iba debido, supongo, a su amor por la marihuana.
Si soy sincera, me había fijado mucho más en un colega de Mario. Estaba tan bueno como él y me daba mucho menos miedo. Por ese entonces, yo era bastante tímida y un chico tan extrovertido, seductor y semiperfecto como Mario me intimidaba mucho.
Como ya había dicho, llovió muchísimo y, el penúltimo día, calló una tromba enorme de agua. La tienda de al lado acabó totalmente derrumbada e inundada. Como en todos los festivales, la solidaridad es algo común. Los amigos de mi hermano les ofrecieron que durmieran con nosotros y que estuvieran en nuestras tiendas hasta que quisieran. Pasamos el resto del festival juntos.
Esa noche se suspendieron los conciertos y todos, menos la pareja conocida de mi amigo, se metieron en mi tienda. Imaginaos cerca de diez en una de cinco, fumando porros como unos carreteros. Yo no fumé pues nunca he sido mucho de ello y, además, era la protegida y la castración de cualquiera que me ofreciese estaba en juego.
El chico que a mi me gustaba me ignoraba bastante frente a cualquier intento de seducción por mi parte (luego ha resultado ser homosexual y su nombre es Fran, el hermano de Anabel, mi vecina) pero Mario empezó a bailarme el agua de forma exagerada. Y me dejé caer. La verdad es que, supongo influida por la burbuja de maruja en la que estaba, se me estaba quitando el miedo y me resultaba, además de atractivo fisicamente, una persona muy interesante. Tenía todo lo que yo creía buscar en un chico: ganas de comerse el mundo, una forma increible de hablar de todo y fascinarme, rebelde, intelectual pero sin llegar a pedante, solidario... Se las había arreglado para colocarse a mi lado y me hablaba muy cerca del oído; yo estaba mareadisima y me apoyaba en su hombro, sin dejar de estar pendiente de cada movimiento.
Me atrapaba y lo sabía pero ¿por qué no? Mi hermano se estaba haciendo cruces porque, mejor que yo, sospechaba que iba a pasar. Me seguía hablando y yo le miré a los labios, el resultado era hipnótico... Quería besarle con todas mis fuerzas, toda mi líbido y toda mi alma. Y eso hice y delante de Fer. Pensé que iba a matarme. Luego me ha confesado que a punto estuvo. Nunca me había visto liarme con nadie y esa fue la primera vez, delante de él y tan cerca que podía tocarme. Mario me respondió al gesto algo sorprendido (llevaba un rato insistiendo en dar una vuelta para que se me pasase el mareo ya que había escampado). Joder, encima besaba de vicio. Perfecto. ¿Por qué nadie me dio una cuchilla? Porque iba camino de un buen suicidio emocional.
Y accedí a dar ese paseo. Antes, Fer paró al chico y le dijo algo al oído. Supongo que amenazarle de muerte si se enteraba que se había pasado de la raya.
Fuimos a la playa. Él se sentó en una roca y me pidió que hiciese lo mismo en sus rodillas (para no mojarme). Nos besamos ya sin tapujos.
Recibí un sms de mi hermano: "Te doy dos horas. A las cuatro te quiero en la tienda y dame alguna perdida para saber que estas bien. No hagas tonterías, coño que eres mi hermana." La verdad es que se portó bien. No cayó en la sobreprotección y me ha guardado el secreto hasta hoy. Se la estaba jugando. Si mis padres se enteraban, se nos caería el pelo.
Nunca se me había acelerado el pulso tanto con otra boca. Durante dos años y medio he estado recordando los primeros roces de su lengua contra la mía.
Nos estuvimos liando bastante rato (calculo que una hora). Mario no sabía que paso dar y cual no. Al fin y al cabo, era algo mayor que yo y parece ser que le había caído demasiado bien como para estropear aquella "situación" (que él luego me explicaría como una movida de aureas impresionante).
Pero a mis diecisiete (dieciocho en un mes) fui yo quien tomé la iniciativa:
- Quiero que me folles - le susurré al oído.
- ¿Qué? - aquello le pilló de imprevisto, tanto el lenguaje como las intenciones.
- Que quiero hacerlo contigo.
Pero había algo que él nó sabía, que yo era virgen y no estaba dispuesta a decírselo. Lo había intentado una vez con mi exnovio y no había salido bien. Masturbación, sexo oral... sí... pero nunca me habían penetrado.
Y fue allí, contra una roca, lloviznando, cuando decidí que ya había esperado demasiado y que quería todo con aquel casi desconocido. E impaciente como siempre, lo quería en ese momento.

viernes, 3 de abril de 2009

Reencuentro (parte I)

Queridos cómplices:

Si aún os acordáis de mí, es un milagro. Sin embargo, vuelvo para quedarme, como suele decirse.
Para evitar problemas al recordar los nombres de las personas que aparecen aquí, he hecho un resumen de los principales que aparece abajo a la derecha.
Últimamente, no ha parado de girar el mundo a mi alrededor demasiado deprisa como para poder pararme a escribir y, aunque todo siga igual, he decidido sentarme en medio de todo el caos delante de este portatil.
Estoy bien, nunca he dejado de estarlo. Es sólo que ocurren demasiadas cosas en muy poco tiempo y cuesta asimilar los cambios, los problemas de las personas cercanas y los reencuentros.
Los reencuentros...
Hace quince días me fui con dos de mis amigas de siempre un fin de semana de viaje. Es algo que hacemos todos los años, las tres a una ciudad española para no perder el contacto y seguir haciendo algo en común.
Caminábamos juntas por la calle principal de la ciudad, rumbo a la catedral, cuando escuché una voz a mi espalda:
- ¡Mía! - me giré apresurada. Conocía esa voz demasiado bien pero era casi imposible que su destinatario estuviera a menos de tres metros de mí. Pero aquello, para bien o para mal, no era un sueño: estaba allí.
Mis amigas se miraron, preocupadas, pues sabían lo que significaba. Los fantasmas del pasado siempre aparecen cuando menos te lo esperas y, conmigo, hacen cola para perseguirme.
- Hola Mario - una de ellas reaccionó saludándole y luego se dirigió a mí- Ya vemos la catedral mañana. Vamos a tomar algo. Llamanos cuando vayas a volver al hostal.
Estaba paralizada. No sabía si echarme a reír, a llorar o a correr (opción más acertada, desde luego). Allí estaba el chico capaz de volverme loca que supuestamente estaba viviendo en Amsterdam y no a 100 kilómetros de mi Universidad. Sentí vértigo.
Estaba sentado en el suelo con un perro a su derecha, una pareja de hippies a su izquierda y una guitarra en sus rodillas. Y deduje que estaba viviendo de tocar en la calle... Hacía dos años que no lo veía pero no necesitaba ni que me lo mentase para saberlo; siempre le había gustado esa forma de vida.
Se incorporó con un gesto perfectamente sincronizado y, con el instrumento en la mano, se colocó frente a mí.
- Parece que has visto a un muerto - río bajito a mi oído y me besó en la mejilla derecha, tan suave que fue una caricia fugaz.
Reaccioné y me colgué de un abrazo.
- ¡Pero que haces aquí! ¿Tú no estabas en Holanda?
Dí un paso atrás y lo miré fijamente...¡Dios mío! Estaba tan guapo con esos ojos casi negros y el pelo castaño, largo, lleno de rastas, sujetas en una especie de moño... Me sentía como una niña de quince años que se hubiese encontrado con Brad Pitt en el portal así que decidí actuar. No era plan de haber estado veinticinco meses echando de menos a alguien para quedarme como un pasmarote al verle.
Un cuarto de hora después, estábamos los dos comiendo un helado, tumbados en el césped de un jardincillo cercano.
Mario, mi Mario...Me resumió dos años en pocas frases:
"En Holanda no encontré trabajo así que me fui con unos hippies vendiendo cosas y al final volví a España con estos chicos a tocar. Cambiamos de ciudad con frecuencia. Ya sabes, muchas personas y momentos pero nadie mucho tiempo. "
Yo también le conté que había sido de mi vida, que había cambiado de teléfono (juraba haberme llamado), todo...
- Nunca te olvidé, Miita - me interrumpió y, en ese momento, sacó una fotografía doblada de su pantalón. - ¿Te acuerdas? - La desdoblé y se me escapó una lágrima.
Me maldecí a mí misma, me había prometido no volver a llorar por esa persona y menos delante de él pero la imagen me pudo.
- La llevo desde...
- No lo digas - le pedí, odiando mi manía de coleccionar fotografías de Fotomatón... Entre mis dedos temblorosos, el papel arrugado mostraba por duplicado a una pareja sonriente. Él, de lado, con los ojos cerrados, besando a la chica, que miraba, traviesa a la cámara. Eramos Mario y yo y había estado conservando todo aquel tiempo junto a él.
¿Quería decir eso qué me había querido alguna vez? ¿Qué lo nuestro no fue un pasatiempo para él? ¿Qué esa esperanza que había tratado de olvidar (que cuando se fue estaba enamorado de mí) era real?
Con su mano, me secó la lágríma (que sólo se le ocurrió escurrirse hasta los labios).
Me eché a temblar antes de que me besase.
Y, tendida sobre la hierba, con sus besos recorriéndome labios, mejillas, cuello y conciencia, empecé a recordar.

jueves, 12 de febrero de 2009

La otra cara de Mía

Queridos cómplices:

He creado un nuevo blog y me gustaría que lo supieseis.
El estilo no tiene nada que ver con éste, como su nombre indica es la otra parte de mí.
La dirección es:
www.laotracarademia.blogspot.com

¡Os espero!¡A ver que os parece!
Pero este blog no desaparece... Seguiré pecando y actualizando...¡A ver si con más frecuencia (me refiero a lo segundo)!